lunes, 18 de mayo de 2009

UNA SOMBRA DERRAMADA


Me gusta pasear junto al mar al atardecer,

se acercan las olas a la orilla
se agigantan se derrumban
se deslizan suavemente
lamiendo la dorada piel de arena
y después la penetran hasta dejar
sobre el húmedo reflejo del cielo y la bahía
un blanquecino rastro de abandono

Recostada sobre el frío suelo
como una sombra derramada
María no puede ver la mar,
sólo tiene ojos para su regazo
mientras aguarda el consuelo de una moneda
tal vez el caballero de elegante sombrero
tal vez la joven de las botas de cuero
tal vez…
la gente pasa y pasa a su lado
María alza su lánguida mirada
extiende el cuenco de su mano
susurra una súplica
pero nadie quiere ver su rostro
nadie se detiene
nadie pregunta su nombre
y la gente pasa y pasa

En mis ojos la débil sombra del tamarindo
en los suyos se cerró la noche
en mis manos la luz escrita de un pensamiento ajeno
las suyas son un cuenco vacío,
entre ambos un mar de infortunios
y la gente que pasa,
poco a poco se acuesta el sol con su antifaz de nubes
se deshacen las sombras y el aire es frío
en su rostro un reflejo desvaído
y en sus manos el cuenco vacío.



Lander Laborde

Invierno 2008