Cómo echo de menos a veces
a esas personas
de diálogo sereno
con las que se
puede hablar de todo
sin elevar de la
voz el tono
sin que las
palabras hieran
en la escucha
mutua
tratando de entender
al otro
y que el tiempo
no cuente
Sólo por el
placer de saber
y hacer propio
lo ajeno
hablar como
caminar
con la mente
abierta
y que nada
importe
salvo el preciso
instante
en que mundos
diferentes
se dan a
conocer.